Es difícil que un director de orquesta se lastime dirigiendo una ópera, como mucho puede saltarse un ojo con la batuta, pero en el SXVII Jean-Baptiste Lully murió por ejercer esta profesión.
Puede parecer que la profesión de director de orquesta no conlleve mucho riesgo físico para el maestro. Ya sea grácil o convulso, el movimiento de brazos de un director no debe hacer daño a nadie, a no ser que la interpretación dañe nuestros oídos.
La labor del director de orquesta consiste en coordinar los diferentes instrumentos de componen la orquesta, marcando los tiempos mediante gestos. La mayoría de ellos utilizan una pequeña vara llamada batuta para mejorar la visión de sus señas. Pero no siempre fue así.
En el siglo SXVII por ejemplo, polifacético director Jean-Baptiste Lully (Florencia, Italia, 28 de noviembre de 1632-París, 22 de marzo de 1687) marcaba el compás que debían seguir los músicos golpeando una pesada barra de hierro contra el suelo.
La tragedia de la que hablamos llegó cuando en uno de los ensayos, a Lully le falló la puntería al golpear el suelo, yendo a parar la punta de la pesada vara a uno de sus pies. Esto no habría dejado de ser una simple anécdota de no ser por la gangrena que la herida le produjo como consecuencia de la pésima higiene de la Versalles de aquella época.
Aunque esta situación se podría haber salvado amputando el pie herido, el director se negó a aceptar esta posibilidad. Lully además de director, era compositor, instrumentista y bailarín. Y es por esta última faceta por la que se negó a someterse a la operación, ya que esto conllevaría tener que abandonar el baile.
Finalmente Jean-Baptiste Lully murió en París el 22 de marzo de 1687 como consecuencia de la gangrena de su pie.
Ahora como mucho un director de orquesta torpe puede saltarse a sí mismo un ojo o clavarle la batuta en el ojo del concertino, pero todas maneras si te quieres dedicar a ser director de orquesta que sepas que esta es una profesión de riesgo si se tiene mala puntería.